Lenguaje simplificado. El lenguaje que
empleamos con los niños debe simplificarse llegando a emplear incluso
sustantivos y verbos aislados. No importa que les dirijamos frases de mayor
extensión, siempre que aislemos adecuadamente las palabras clave.
Poner énfasis al hablar. Cuando hablemos
al niño lo haremos con una entonación más exagerada que la empleamos
habitualmente con los adultos. Se trata de dirigir su atención hacia el
lenguaje. Es también una forma de subrayar los elementos clave de cada frase.
Establecer una relación relajada. Es
muy conveniente buscar momentos de tranquilidad para poder relacionarnos con
el niño. Cualquier actividad es adecuada siempre que el niño de muestras de
interés y se ría. Se trata de crear un marco de relación en el que
desarrollar otras actividades más específicas.
Nombrar los objetos y situaciones.
Debemos nombrar los objetos por los que el niño dé muestras sentir algún
interés. Lo haremos en presencia de estos objetos o anticipándonos a su
aparición.
Señalar partes del cuerpo. Podemos pedir al
niño que se señale diversas partes de su cuerpo. Podemos comenzar por el pelo
e ir ampliando la lista de forma gradual. En un primer momento guiaremos su
mano hasta que señale por sí mismo. Esto debe hacerse como un juego y
reforzar los resultados mediante exclamaciones. Si el niño da muestras de
desinterés no insistiremos más en ese momento.
Buscar objetos. Generalmente los
niños antes de cumplir el primer año entienden que los objetos que
desaparecen de su campo visual siguen existiendo aunque él no los vea. A
partir de ese momento buscará esos objetos si son de su interés. Podemos
pedirle que busque alguno de estos objetos, aunque tengamos que guiarle
parcialmente hacia él.
Juegos y canciones. Existen muchos
juegos en los que la acción va unida a una serie palabras. Estos juegos
dirigen la atención del niño hacia el lenguaje y además le permiten anticipar
la acción mediante ciertas palabras clave, que él irá reconociendo poco a
poco.
También hay juegos en los que el niño imita algunos
gestos ligados a ciertas palabras o canciones.
Repetir. Organizar las
actividades cotidianas (vestirse, comer… ) de modo repetitivo y utilizando
siempre las mismas frases.
El niño imita sonidos. El niño puede
imitar sonidos del habla. En momentos puntuales podemos presentarle estos
sonidos para que él los reproduzca. Estos sonidos pueden consistir también en
sencillas onomatopeyas, y estar acompañados de gestos que el niño pueda
imitar. La relación entre imitación motora y verbal puede ser muy productiva.
Nosotros imitamos al niño. También nosotros
podemos imitar las producciones vocales del niño buscando una reacción de
imitación recíproca. Al producir nosotros los propios sonidos del niño, le
ofrecemos un punto de partida para descubrir que puede producir sonidos
semejantes a los de los adultos.
Dirigir la comunicación oral. Si
el niño es capaz de imitar o producir algunas palabras, podemos incitarle a
que las diga en situaciones en las que tengan un valor instrumental. Se trata
de que descubra la utilidad de la palabra fuera de un contexto lúdico.
Corregir. No se trata de señalarle al niño
sus errores, sino de darle un modelo de corrección. Cuando al niño diga algo,
desde una palabra hasta una frase, podemos proporcionarle inmediatamente un
modelo correcto con el mismo contenido de lo que él ha querido expresar. El
niño no tiene que imitar seguidamente este modelo, aunque en algunos casos lo
hará.
Ampliar. Cuando las producciones verbales
del niño vayan haciéndose más complejas, los adultos, además de corregir,
pueden proporcionarle modelos ampliados de la frase que el niño ha dicho. De
esta forma irán incrementándose sus posibilidades de expresión.
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